Liliana Golubinsky recrea en sus obras el espíritu clásico aguafuertistas, en la repetición de personajes y objetos en un mundo mágico.
Frente a sus obras, uno piensa en el grabado, en el dibujo de los aguafuertistas, en la repetición de personajes y objetos, con los cuales crea su mágico mundo. "Abordo los temas con humor e ironía. Los personajes no están con los pies sobre la tierra, casi siempre flotando, no tienen perspectiva, estodo una organizada desorganización", nos cuenta.
Liliana Glubinsky nació en Buenos Aires. Su padre le inculcó el interés por el arte, y cuando era niña recorría con él las galerías, especialmente donde exponían Juan Carlos Castagnino y Antonio Berni.
De pequeña le gustaba dibujar y pintar, y en la escuela secundaria se convirtió en caricaturista de profesores y compañeros. "Los recuerdos de mi infancia fluyen constantemente, viéndose reflejados en la tela: estoy en la escuela primaria rodeada de mis compañeritos con delantal blanco y escarapela, cruzando la calle por los techos de los autos, parada en los hombros de mi padre..." nos cuenta Liliana.
Se formó en la Academia de Bellas Artes Augusto Bolognini, y en la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Luego concurrió al taller del artista Miguel Dávila, de quién tiene lindísimos recuerdos.
En 1982 se presentó por primera vez en el Salón Nacional y obtuvo el Premio Cecilia Grierson; el primero de más de cuarenta premios nacionales e internacionales. Su obra se exhibió en numerosas muestras individuales y grupales, en importantes galerías, museos e instituciones de la Argentina y el exterior.
"Sus pinturas son como frisos en donde están presentes las imágenes más diversas; esas mismas que somos capaces de almacenaren nuestro inconsciente y que no asaltan, sorpresivamente, en la vigilia y el sueño. Liliana Golubinsky recrea, en cierto modo, la historia, pero lo hace sin establecer ninguna cronología, ningún discurso lógico. Todo brota de lo perceptivo; de aquello que ha quedado involuntariamente en la memoria, en la que la visión infantil tiene un poderoso predominio", expresó Fermín Fevre en el prólogo de su exposición individual en 1999.
Metódica en su trabajo, pinta todos los días, generalmente desde el mediodía y hasta la noche en su taller, a solo 200 metros de su casa. No trabaja con bocetos, sino que arremente directamente sobre el blanco. Pinta con acrílico y pastel sobre tela, y también realiza dibujos en papel.
"Mi obra es lo cotidiano, todo lo que me rodea, me pasa, me sobrepasa y me conmueve. Todo penetra en mi, para luego trasladarse a la tela. Cuando voy caminando por la calle, los autos que pasan y no dejan cruzar; los que hablan por celular, los que pelean, se ríen, se abrazan, se besan, gritan, susurran. No elijo los motivos de mi obra, ellos me elijen a mi...", define la artista.
Fuera del taller, le gusta reunirse con sus colegas en la inauguraciones y, desde hace muchos años pertenece a un grupo de reflexión donde tratan temas de arte y filosofía.
Amante de la Patagonia, en sus visitas a El Casco Art Hotel de Bariloche, creemos que busca la serenidad y la paz para luego crear en su taller del barrio de Belgrano.
Su obra me gusta por su personalidad y originalidad, algo dificil en el mundo global del siglo XXI.
Reflejos de la historia cotidiana
Febrero 2010 - Argentina
Revista "El Federal" porIGNACIO GUTIERREZ ZALDIVAR - Promotor de Arte de los argentinos